En su segunda novela, el profesor Tripp (Michael Douglas) se había ahogado en los detalles, cosa que le hace ver una lectora inestimable y futura editora: la chica de las botas rojas que interpreta mi novia Katie Holmes, la alumna a la que le arrienda un cuarto: "Tu siempre nos has dicho que el escritor debe elegir. Pues bien, aunque la genealogía de los caballos es muy interesante ... Tú no has elegido." Por eso, cuando su editor pierde el original -de más de una resma de cuartillas a renglón seguido- el autor no puede destilar la esencia del argumento: no puede contestar a la pregunta de qué va tu novela.
Descubrimos el valor del primer borrador hace unos días: cuando ya sabes cómo termina tu historia, tienes que volverte atrás, quitar toda la paja y quedarte únicamente con aquello que dé verosimilitud (de todas las posibilidades sólo una es verdadera) a ese ansiado momento, el final de tu obra. De lo contrario, no hay horizonte ni punto de llegada, y sigues y sigues hasta no llegar a ninguna parte. Además, como uno tiene que ganarse la vida, no hay un tiempo fijo para escribir. Cuando ya sabes cómo termina, entonces se vuelve un proyecto: contar la novela. Por eso es tan importante el primer borrador. Es una manera de resolver el problema planteado por la historia que quieres contar. Hallar la estructura adecuada que la sostenga, sin caerse (novela fallida).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario